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SUIZA ORIENTAL
Entrada a las cuevas prehistóricas Wildkirchli, en Appenzell, con el funicular de Ebenalp en la parte posterior ABAJO Vista de la catedral de St. Gallen
los monjes, una biblioteca que se convirtió en referencia cultural y de formación para toda Europa. Hoy en día luce, junto a la catedral, como el monumento más destacado de la ciudad. Apodada como la farmacia del alma, se trata de una de las bibliotecas capitulares mejor conservadas del mundo. En ella se guardan tesoros e incunables que forman el total de 140.000 documentos milenarios de este importante fondo. Me gusta perderme en este lugar, entre el olor de los libros añejos y el
silencio sagrado que encierran las paredes de la biblioteca. Disfruto paseando por el recinto histórico que la rodea, por donde no circulan los coches. Me vigilan las fachadas de edificios burgueses de los siglos XVII y XVIII, donde asoman balcones pintados con bonitos motivos. Muchas de esas casas esconden en su primera planta un tesoro delicioso: encantadores restaurantes que hacen de St. Gallen un destino para sibaritas, como Schäfli, Bömmli, Neubädli o Pöschtli. Las 111 azoteas que aún conservan estas casonas se convierten en delicados miradores bautizados con nombres como el mirador del Camello o del Pelícano. Pero, ante todo, sorprende la gran catedral barroca que, junto a la biblioteca, encierra un conjunto monumental que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1993. Objetivo de peregrinos, St. Gallen es también una importante estación del Camino de Santiago entre Rorschach y Herisau. St. Gallen, conocida por su arquitectura e historia, es también una ciudad llena de cultura, escenario de los espectáculos teatrales de la prestigiosa compañía Mummenschanz. Llegamos hasta la seductora piscina modernista, la Dreilinden-Weiher, enclave perfecto para refrescantes baños de verano. Y no nos podemos despedir sin dar un vistazo a algunas de las tiendas que elaboran y venden los bordados locales. Una vez saciada la curiosidad, el hambre, probando sus salchichas (bratwurst), y la sed, bebiendo un priestertrunk (bebida de sacerdotes), reemprendemos la ruta para no alejarnos mucho y descubrir una zona
esencial
El teleférico de Ebenalp. A una hora de St. Gallen, este teleférico parte de la localidad de Wasserauen, cerca de Appenzell, y se desliza por encima de los peñascos de roca caliza del Alpstein, en el corazón de esta rústica región. Una vez en el pico del Ebenalp, a 1.640 metros, se disfruta de vistas panorámicas únicas y de la posibilidad de descubrir una zona remota ya habitada por el hombre de Neandertal, cuyas cuevas se esconden en los rincones de estas montañas.
que sabe a tradición y, cómo no, a queso: Appenzell.
Montañas de tradición
El cantón más pequeño del país, el de Appenzell Rodas Interiores, con la rústica población de Appenzell como capital, es también uno de los más montañosos, con picos que superan los 2.500 metros. Entre estas escarpadas cimas se guardan como el mejor secreto tradiciones y costumbres ancestrales: baile, música, fiestas y, por supuesto, gastronomía. El rey de la zona es el queso appenzeller. El clima prealpino y las hierbas aromáticas de la zona son lo que favorece la elaboración de este sabroso queso, cuya receta secreta conservan con esmero los maestros queseros de la región. Retomamos la Gran Ruta de Suiza para descender por el valle del Rin, pasar por Werdenberg y llegar a Maienfeld.
MÁS INFORMACIÓN: www.ostschweiz.ch.
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Lonely Planet Traveller La Gran Ruta de Suiza