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BERNA
Berna en 1779, definió así la ciudad: “Este es el lugar más bonito que hemos visto jamás”. Y es que la capital es sin duda una pequeña golosina con sorpresa en su interior. A Berna se llega por la puerta grande. Seguimos la Gran Ruta de Suiza y la ciudad se nos aparece como salida de un cuento de hadas, con luces tenues que titilan mientras el sol se pone por el horizonte. Esta bienvenida cobra vida al penetrar en su casco antiguo, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1983. Nos recibe la Torre del Reloj (Zytglogge), primera puerta de entrada a la ciudad y acceso a un casco antiguo delicioso. Enclavado entre bastiones elevados sobre el río Aar, nos invita a caminar por sus calles más añejas, como la Marktgasse, más adelante llamada Kramgasse y Gerechtigkeitsgasse. Sobre 6 kilómetros de soportales (Lauben) se alza un conjunto destacado de casas gremiales. Sobresale su reloj astronómico de 1530 y las medidas de longitud para los controles públicos fijadas en el paso de la puerta, actualmente el metro y el metro doble. La gran catedral de Berna (Münster) es una construcción iniciada en el siglo XV que se convertiría en el edificio religioso más grande del país. Nos encaramamos a su torre, la más alta de Suiza, con 101 metros de altura, para divisar las cumbres blanquecinas del Mitteland y el Oberland bernés. El centro neurálgico es la plaza central de Berna, la Bärenplatz, o plaza de los osos, bautizada con el símbolo de la ciudad. El Bundeshaus, sede del Gobierno, es un interesante edificio que puede visitarse en la Bundesplatz, donde también puede disfrutarse del mercado semanal bernés. Repleta de bonitas tiendas y chocolaterías, Berna es una ciudad de estudiantes que ofrece cultura y arte. Museos como la fundación del colorista Paul Klee o la casa de Albert Einstein, en la céntrica Kramgasse, ponen el toque cultural a una visita que tiene como otro gran protagonista la naturaleza. Refugiada en uno de los meandros del río que la cruza, Berna es la capital del país, pero tiene un aire a aldea perdida en un paisaje de ensueño, cuyo nombre tomó de bär, en alemán ‘oso’. Visitamos el popular parque de los osos (Bärenpark), un amplio jardín a orillas del río donde se pueden contemplar dichos animales. En el parque de las rosas, situado por encima del casco antiguo, se
Lüderenalp, en la región de Emmental; al fondo, los Alpes berneses
esencial
únicas. Otra sorpresa en forma de fortaleza la encontramos a orillas del lago, donde se mira al espejo del agua el pintoresco castillo de Oberhofen. Desde el pequeño embarcadero a pie del edificio medieval, observamos cómo uno de los barcos que cubren el trayecto entre Interlaken y Thun asoma la proa tras la torre del castillo. En el restaurante Schloss Oberhofen, los clientes gozan del espectáculo que les brinda el lago. Seguimos nuestra ruta pasando por la aldea de Hilterfingen, con su también hermoso castillo de Hünegg, y, finalmente, dejando atrás Thun, tomamos la ruta que desemboca en Berna, la capital suiza. BERNA, PARA ENAMORAR El escritor alemán Johann Wolfgang von Goethe, durante su estancia en
Un camino con mucho sabor, galletas Kambly y queso emmental. La Gran Ruta de Suiza nos lleva a adentrarnos por la región de Emmental. Decidimos parar en Burgdorf, una ciudad medieval donde visitamos la quesería de uno de los productos con más fama más allá de las fronteras helvéticas, el queso emmental. Con el sabor y el aroma del queso de los agujeros todavía muy presente, proseguimos hasta Trubschachen, donde nos aguarda otra sorpresa para el paladar, esta vez muy dulce: la fábrica de galletas Kambly, donde, además de ver cómo se producen estas ricas galletas, tendremos la oportunidad de probar su variedad de sabores y formas en la tienda. ¡Difícil escoger cuál es la que más nos gusta!