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GINEBRA
COMO TODO LO BUENO, Ginebra tiene dos caras aparentemente opuestas. La del ritmo pausado, que parece marcado por sus famosos relojes, y la de ciudad de negocios y universidades, que llena las calles de vida y bullicio. Si la observamos desde lejos, encarada al lago y abierta a las montañas de los Alpes y el Jura, parece imposible imaginar en ella tantas organizaciones internacionales y bancos. Pero ese es el encanto de la pequeña Ginebra, donde los negocios y el ir y venir de estudiantes, diplomáticos, ejecutivos y trabajadores de entidades como la Cruz Roja Internacional y las Naciones Unidas no están reñidos con la calidad de vida que se abre frente al lago Lemán. Este bebe de las aguas del caudaloso Ródano y da forma a la bonita ciudad a sus orillas. A un lado, a la izquierda del lago, queda el casco antiguo con su gran catedral, St-Pierre. Cerca están los barrios de Citécentre y Saint-Gervais. Al otro lado, la ciudad de los negocios en forma de modernos edificios de oficinas y hoteles. Y como para unir las dos realidades, en el centro del lago se levanta con fuerza el Jet d’Eau, símbolo de la ciudad, un surtidor de 140 metros con forma de géiser. Nos adentramos en el corazón de la Ginebra antigua, donde encontramos la plaza de Bourg-de-Four, realzada por la catedral. Para recordarnos que es aquí donde nació el calvinismo, St-Pierre se levanta sobria y carente de imágenes. Decidimos encaramarnos a su torre para admirar la ciudad y sus entornos desde el aire, y constatar que el paso de muchas civilizaciones y culturas han dejado un rastro de edificios de muchas épocas y estilos. No podemos abandonar la catedral sin antes sumergirnos en el sótano, donde, como un gran secreto, se encierran los restos del antiguo templo de Apolo. Caminamos después por la antigua Grand-Rue que vio nacer al filósofo Jean-Jacques Rousseau, hasta perdernos por la Ginebra más cosmopolita, que pasea por la Rue du Rhône, la calle comercial más noble de la ciudad, donde se pueden encontrar los mejores relojeros, joyeros, diseñadores y maestros chocolateros. Ginebra se posiciona en segundo lugar en la lista del número de habitantes tras Zúrich. En esta ciudad francófona se puede sentir el ambiente internacional, ya que idiomas de todo el mundo se escuchan en perfecta sinfonía. Una vez saciada nuestra sed urbanista, nos acercamos al lago. El gran parque de Barton y los muelles de Wilson y Mont Blanc dibujan el hermoso escenario de nuestros pasos, mientras sopla el aire. Puede ser el föhn, un cálido viento del sur que presagia lluvia y dolores de cabe10 Lonely Planet Traveller La Gran Ruta de Suiza