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ZÚRICH
Vista nocturna del castillo de Rapperswil
uando llega el tiempo para el ocio, los numerosos espacios verdes dan la bienvenida, con los brazos abiertos, a todos aquellos deseosos de gozar de la naturaleza en plena ciudad. No hemos sido menos, y es así como hemos vivido la Zúrich más natural. Antes, la Gran Ruta de Suiza nos ha llevado hasta Einsiedeln, el enclave de peregrinación más importante del país. Miles de peregrinos acuden cada año a adorar a su Virgen Negra, en el monasterio barroco del siglo XVIII. Y también paramos, antes de llegar a Zúrich, en Rapperswil, conocida como la ciudad de las rosas. Tiene un bonito castillo, que domina la ciudad y el lago, y puede sentirse orgullosa de contar con el puente más largo de Suiza, que cruza el lago de orilla a orilla. Parece que la capital económica suiza nos ha estado esperando ataviada con sus mejores galas. Es así como nos recibe, vestida de un sol primaveral que invita al paseo y al descubrimiento de las entrañas de esta pequeña gran ciudad. De hecho,
56 Lonely Planet Traveller La Gran Ruta de Suiza
C
Zúrich es una ciudad ligada al entorno natural que la rodea, que abraza con cariño e integra en su intensa realidad urbana. Escogemos el lago de Zúrich, concretamente el llamado Zürichhorn o cuerno de Zúrich, y es allí donde nos aguarda una auténtica playa de gente a la orilla de la limpísima agua de este lago que alimenta el río Limmat. Tras un baño y una bebida en uno de los bares de moda que amenizan la zona, empezamos
esencial
Restaurante Clouds. La manera más fácil de comer cerca de las nubes es en el restaurante Clouds, situado en el piso 35 de la Prime Tower, con vistas sobre la ciudad y una suculenta oferta gastronómica (Maagplatz, 5; clouds.ch).
un paseo hasta dar con un singular edificio de cristal y paneles de colores. Me gusta la sobriedad de esta curiosa construcción, que resulta ser el Heidi Weber Museum, la última obra concebida por el genial arquitecto suizo Le Corbusier. El recorrido artístico a la orilla del lago nos tiene reservada otra sorpresa. Enfrente del maravilloso volumen de Le Corbusier, una casita blanca, mucho más discreta, alberga el taller del escultor Hermann Haller. Son algunos ejemplos de la Zúrich cultural y artística que se esconde, en ocasiones, en los rincones más insospechados, como en el Cabaret Voltaire, cuna del dadaísmo. Elegimos ahora ser transportados por un barco a lo largo del Limmat para adentrarnos en la ciudad. El recorrido es un desfilar de postales de bonitos edificios históricos, donde despuntan las torres de iglesias y monasterios. La curiosidad por ver la ciudad desde más arriba nos enfila en teleférico hasta otra zona verde, la cima de la montaña de Zúrich por excelencia, el Üetliberg, a 869 metros de altura. En un abrir y cerrar de ojos nos adentramos en los caminos boscosos