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INTERLAKEN
Unterseen, cerca de Interlaken, junto al canal para los barcos del lago
por la zona. Es un atractivo guía, ya maduro, cuya vida ha estado íntimamente ligada a estas montañas que lo vieron nacer. “Nací en Wengen y, para mí, en esta región se encuentra la esencia de la nación suiza. Una nación, por cierto, que es nación porque quiere serlo, y ni su tamaño, su geografía, su diversidad lingüística, ni su historia se lo impiden”, señala. Empezamos la larga jornada en el pueblo, y, con un salto en la historia, nos sitúa en la época medieval, cuando el antiguo monasterio de los agustinos dominaba la zona y se convertía en un importante enclave estratégico en las rutas comerciales
del centro europeo. Quedan algunas ruinas de este centro religioso y, por supuesto, los terrenos que lo rodeaban y que hoy conforman el Höhematte, una explanada de 14 hectáreas que hace las veces de mirador y pista de aterrizaje de intrépidos parapentistas. Un grupo de empresarios hoteleros tuvieron la brillante idea de comprar estos terrenos para protegerlos contra su urbanización, lo que conserva intacta la vista sobre la emblemática cadena montañosa que se perfila ante la villa. Esto sucedía en plena época de explosión turística, a partir de 1860, cuando Interlaken sonaba a clima saludable, aire puro y aguas benéficas. Su
herencia cobra ahora forma de antiguos hoteles victorianos, rejuvenecidos a base de cuidadosas reformas. El casino Kursaal, con su reloj floreado, se edificó en 1859 y, desde entonces, es el centro de la ciudad. A pocos metros, la Höheweg es un desfiladero de restaurantes donde tomar un humeante café y de tiendas de material alpino, meca de las compras de los alpinistas. Como cuenta Martin, “su sueño es tocar el cielo, pero para ello no hace falta escalar”. En Suiza, y gracias a los transportes públicos, el cielo está al alcance de todos.
MÁS INFORMACIÓN: www.interlaken.ch
esencial
Música de montaña. En el corazón de estas montañas es donde nació un instrumento muy particular. Se trata del alphorn, textualmente ‘cuerno de los Alpes’, una especie de trompa de madera cuya longitud puede llegar a 3,5 metros. En su origen, este curioso instrumento servía para la comunicación en las aisladas montañas y solo era tocado por los hombres. Con el tiempo, su sonido se incorporó a las bandas de música folklórica e, incluso, existe la teoría de que el tono grave que emite tranquiliza a los animales llevándolos a una suerte de estado meditativo. Sami Lörtscher es un virtuoso de este instrumento que, aparte de darle vida haciéndolo sonar en una formación con tres expertos más, también dedica parte de su tiempo a la construcción de tan delicadas trompas. “El alphorn es un trozo de la cultura suiza. Y se está volviendo a tocar. El mundo se ha vuelto global y todos necesitamos identificarnos con lo más local, algo que nos acerque los unos a los otros”. El sonido del alphorn se pierde entre estos paisajes de ensueño y, por un instante, siento la comunión con la naturaleza y las costumbres de este pequeño país.
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Lonely Planet Traveller La Gran Ruta de Suiza