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FRIBURGO
esta suerte de “villa abajo” en la que nuevamente la arquitectura gótica contrasta con los edificios neoclásicos de la parte alta. Aquí me planto, en la parte de Friburgo más vetusta, conservada casi intacta, la que un día, en el año 1157, fundó Bertoldo IV, duque de Zähringen. Una ciudad amurallada y establecida en una repisa sobre el río que bautizó como Friburgo, o villa franca, siguiendo la estela de su hermana mayor, la Friburgo alemana, fundada por la misma dinastía de monarcas germanos. Paseamos por la Brunnengasse (Rue de la Grande Fontaine), entre edificios medievales y sobre suelos de piedra, para alcanzar la preciosa plaza del ayuntamiento, cuyo edificio compite en belleza con el otro gran protagonista del lugar, un gran y anciano tilo. El árbol conmemora la batalla de las tropas confederadas y sus aliados friburgueses contra Carlos el Temerario en el siglo XV. También en la zona baja, el Museo de las Marionetas, con su pequeño teatro, le da un toque más mágico si cabe al barrio antiguo. Hacen falta buenas piernas para pasear por esta ciudad de desniveles, y es ahora, cuesta arriba, cuando se accede a la ciudad alta, por ejemplo por la Rue Pierre-Aeby, al cabo de la cual asoma la gran catedral gótica de San Nicolás, con preciosos cristales policromados. Se levantó entre los siglos XIII y XVI y sus artífices fueron arquitectos alemanes, en un inicio, y franceses, en su ejecución final. Un ejemplo más de la diversidad de la ciudad que contemplamos encaramados al campanario catedralicio, a 74 metros de altura. Descendemos ahora por la Rue de Morat para encontrar el Museo de Jean Tinguely y Niki de Saint Phalle, controvertida pareja artística y sentimental que tienen su museo ubicado en un antiguo depósito de tranvías. En esta ciudad de contrastes no podía faltar la obra de un artista, Tinguely, sumamente rompedor, que nació en Friburgo y tiene aquí su obra principal. Esta sobresale osadamente entre la arquitectura gótica que nos rodea, una composición de objetos reciclados en movimiento que posee un poder hipnotizador. Fuera de las paredes del museo, algunas esculturas de este maestro del arte cinético contrastan con las fachadas medievales.
Puente entre culturas
esencial
Excursión al Moléson. Desde la ruta principal, un cartel nos anuncia el desvío que lleva a Moléson-sur-Gruyères. De ahí parte el funicular que comunica con el teleférico que nos subirá al cielo de la región friburguesa. La cima del Moléson, a 2.002 metros de altitud, está culminada por un restaurante y un observatorio astronómico. Vías ferratas y senderos permiten descubrir esta montaña prealpina, anuncio de las gigantescas cumbres que esperan en la Suiza de los Alpes. En invierno se convierte en la zona de esquí más grande del país.