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INTERLAKEN
La vida en Thun se manifiesta en las orillas del río Aare
Marco Kaufmann trabaja en el Blümlisalp, un barco precioso construido en 1906
Thun, enamorada del lago
La primera ciudad que nos recibe en ruta es la mítica Thun. Aparcamos el coche para descubrirla a pie. Es paseando por los márgenes del lago de Thun, que se adentra en la ciudad con la forma del río Aare, cuando nos rendimos a la evidencia de que esta población vive volcada al agua, donde se refleja. Visitamos los elegantes entornos del castillo de Schadau, para acercarnos después al lago. La vida se manifiesta en cada meandro, en cada orilla del riachuelo. Por ejemplo, en el Club de Navegación, donde algunos jóvenes se preparan para su entrenamiento de remo. Allí, junto a la limpísima agua, conozco a Sally y a su hija, Noemi, que se dispone a zarpar en su canoa. Sally es escocesa, pero lleva más de quince años en Suiza: “Lo que más me gusta de este país es la posibilidad de practicar casi todos los deportes y siempre en plena naturaleza”, dice Sally. Y es cierto. Seguimos caminando hacia el centro de la ciudad y a nuestro paso se cruzan atletas, ciclistas, patinadores... Todos ellos disfrutan de la pureza del agua y el aire de este lugar. Muy cerca de la entrada al casco antiguo, un pequeño y antiguo puente de madera nos da la bienvenida al núcleo de la
36 Lonely Planet Traveller La Gran Ruta de Suiza
ciudad que los duques de Zähringen hicieron importante en la Edad Media, época en la que levantaron su imponente castillo.
Interlaken, al pie de las cumbres míticas
La llegada del turismo de montaña y la popularidad del montañismo en los años que cerraron el siglo XIX y abrieron el XX transformaron esta aldea en una pequeña ciudad preparada para acoger a los nuevos exploradores. Se erigía así como un puerto de montaña ideal, un lugar donde hacer parada y fonda antes de emprender la conquista de los gigantes alpinos o de, simplemente, disfrutar de excursiones en la bonita zona. La visitaron personajes de alcurnia, como Goethe, Lord Byron o Mendels-
shon. Conmovido por la belleza de estos paisajes, el compositor polaco se atrevió a ensalzarlos con estas famosas palabras: “Si no conoces Interlaken es que no has visto Suiza”. Y poco a poco, Interlaken se convirtió en la ciudad que vemos hoy, definida por mansiones decimonónicas y hoteles de lujo algo añejos. Pero, sobre todo, guarda su encanto en el lugar donde se levanta, rodeada por colosales montañas y en este escenario “entre lagos”, como su nombre indica, nexo de unión entre los preciosos lagos Brienz y Thun. Es el punto de partida imprescindible de mil excursiones de esas que quedan eternamente grabadas en la retina. Martin Gertsch nos recoge en el vestíbulo del mítico Hotel Interlaken para acompañarnos en las visitas
esencial
Del balcón del Harder Kulm al Schynige Platte. El paraíso es infinito, así que infinitas son las posibilidades en los entornos de Interlaken. En un abrir y cerrar de ojos, el tiempo que tarda el ferrocarril en acceder al Harder Kulm, nos situamos a 1.322 metros de altura. Es una montaña discreta, comparada con los picos que nos rodean, pero el viaje en el histórico ferrocarril y la parada y fonda en el restaurante que reposa en su cima son un regalo para los sentidos. Una plataforma elevada sobre el vacío es el mirador perfecto para divisar un paisaje inolvidable, con el Jungfrau como protagonista principal. También en cremallera se accede al Schynige Platte, a 1.976 metros y con vistas espectaculares sobre el entorno. La visita al jardín botánico tiñe de color esta atractiva excursión.